diumenge, 10 d’octubre del 2010

El último concierto de Solomon Burke

Caen gotas del cielo y hoy, 10 del 10 del 10, se nos ha ido Solomon Burke. Cuando se nos muere un familiar o amigo, el sentimiento es de profunda tristeza, no hay ninguna duda sobre eso; pero cuando muere un artista con quien hemos compartido horas de música y noches para el recuerdo, se hace mucho más difícil definir el sentimiento de pérdida. Se hace complicado aceptar que su potente y tierna voz no volverá a cantar, pero sin embargo, su huella queda eternizada gracias a un montón de discos y canciones inolvidables. Solomon Burke escribió con letras doradas su nombre en la historia de la música. El reverendo del soul, para algunos, el rey del rock&soul, para otros. Su último concierto en Barcelona fue el 15 de julio de este verano, en la Sala Apolo. Salió acompañado de sus dos hijas, que le hacían más de asistentas que de coristas, y de una banda espectacular. Mostró algún síntoma de fatiga y actúo sentado en su trono, pero derrochó sentimiento, actitud, energía y amor. Aunque éramos pocos, con nuestra entrega incondicional, conseguimos que la sala pareciera llena a rebosar. Cantó todos los clásicos, -propios y ajenos- y tuvo palabras para sus compañeros –desgraciadamente, ya casi todos muertos, como Otis Redding, Wilson Pickett, James Brown etc-.



Fue muy generoso: se encargó personalmente de que ninguna mujer se fuera sin rosa, y lo consiguió. Tiró algunos collares dorados, y algunos afortunados se llevaron una camiseta (la madre de un servidor la consiguió como señal de agredecimiento después de tirarle un abanico). Pero el mejor regalo llegó en la interpretación de « Proud Mary » de Creedence Clearwater Revival. El rey del rock&soul invitó a subir al escenario a gente del público, y muchos le acompañaron. Entre ellos, el mítico fotógrafo barcelonés Flowers, un incombustible. También estaba presente Joan Corbera « El Garantías », pero no se atrevió a subir. Y perdonen que vuelva a introducirme como personaje, pero para mí, aquel concierto fue más inolvidable porque mi chica cantó con él. Solomon le cedió el micro y ella entonó el estribillo de « Rolling, rolling on the river.. ». Cuando se lo quería devolver, Solomon le hizo un gesto para que siguiera cantando. Ella no estaba convencida, pero su insistencia acabó por convencerla. Lo hizo de maravilla y hubo gente del público que pensó que todo estaba preparado. El recital terminó con un enorme « Everybody needs somebody to love », un himno que escribió en 1964.



Los grandes conciertos son aquellos que, a pesar del paso del tiempo, se pueden contar con detalles. El recuerdo de Solomon Burke encima del escenario es imborrable, y su muerte al cabo de tres meses, es una lección : cada actuación puede ser la mejor de tu vida, nada se puede prever. Cuando se duda sobre si ir o no ir a un concierto, la respuesta tendría que ser siempre afirmativa, no se sabe nunca si será el último. El único consuelo que nos queda es pensar que Solomon Burke dio un concierto inolvidable y su legado no es poco: 21 hijos, 90 nietos, centenares de canciones y miles de conciertos. Larga vida al Rey Solomon.