dimarts, 17 de març del 2009

I love you like a Richman



Jonathan Richman en la Sala Apolo de Barcelona



Hay hombres encerrados en cuerpos de pobres niños pero también hay niños que viven en las entrañas de cuerpos de hombres ricos. Y no me refiero a hombres ricos por su poder adquisitivo, sino a los richmans de alma y de vitalidad. Jonathan Richman (Massachussets, 1951) es uno de ellos. 

El ya legendario fundador de The Modern Lovers es como un barcelonés más, se siente como en casa cuando nos visita. Sus dos últimos conciertos en la Ciudad Condal fueron muy distintos: primero, codeándose con Kiko Veneno y Muchachito Bombo Infierno en el CCCB; y en segunda instancia, en un breve show en L’Auditori del Fòrum, en el marco del Festival Primavera Sound.

Pocos artistas de firme vocación independiente consiguen congregar a públicos tan distintos. Lo de Richman es fusión y lo demás son tonterías. Desde los años 70, lo hemos visto tocando punk, rock&roll, folk, reggae y otros estilos ya innombrables. Pero toque lo que toque, su estilo es inconfundible y su legado sigue dando frutos: escuchen al sueco Jens Lekman o a los británicos The Wave Pictures y saldrán de dudas. Hasta en Manel, el grupo de moda catalán, hay reminiscencias del estadounidense.

Lo de la Sala Apolo fue un concierto más optimista que óptimo. Asistir a un concierto de Jonathan Richman es siempre una inyección de buen humor y de buena salud –el estado de forma del de Massachussets sigue siendo muy satisfactorio; lo demostró haciendo sus típicos bailoteos y malabarismos con guitarra en mano y pidiendo al público que no fumara para que sus cuerdas vocales no sufrieran tanto-. 

La gente le hizo caso y el humo se esfumó. Y es que Jonathan Richman debería llevar pantalones de recambio en los conciertos porque nadie como él se mete tan bien al público en el bolsillo. Otro momento de conexión fue cuando un grito espontáneo de un asistente pidiendo el tema “Pablo Picasso” provocó un inmediato “OK” por parte de Richman con la posterior interpretación del clásico homenaje al pintor. 

Vino solamente acompañado de un músico: un batería frío, elegante y bastante correcto, a las antípodas de Jonathan. El pobre anduvo con mucho trabajo, ya que las variaciones y improvisaciones de Richman fueron muy recurrentes durante la hora y media de concierto. Español, Inglés, Italiano y Francés fueron los cuatro idiomas empleados por el estadounidense, aunque las canciones más celebradas, como es de suponer, fueron las cantadas en castellano. Frases como “a que venimos sino a fracasar”, “hay que sufrir para amar, sino es esterilidad” o “el vino es para saborear, no para disfrutar” deberían ascender a la categoría de máximas de un nuevo dialecto llamado Dialecto Richman. Es impresionante como letras en macarrónico español pueden llegar mucho más que muchas canciones escritas en estricto castellano. Sin embargo, se omitirán nombres. 

La velada íntima –se notó la coincidencia con conciertos de Jose Gonzalez y The Spinto Band en la escasa cifra de asistentes- terminó con la esperada interpretación del poderoso hit “Vampiresa Mujer” con un epílogo amoroso: “No so much to be loved as to love”. Y es que no hay suficiente en ser querido, también hay que querer. Algo parecido dicen sus hijos pródigos  de The Wave Pictures en "I love you like a Madman"  pero yo prefiero decirlo diferente: “I love you like a Richman”